Despedida de Soltero de Miguel

Tarragona, una noche limpia y calurosa de mayo de 2007. Voy camino del restaurante donde celebramos la despedida de soltero de Miguel. Espero que sea una buena noche, por que aún no ha empezado la despedida de soltero y ya estoy harto de ella. He dicho bien, si, harto. Esta mañana me han llamado dos primos de Miguel para decirme que no iban a la despedida por no sé qué problema familiar. Mi reacción ha sido como una explosión nuclear: desproporcionada. Ni yo mismo era consciente de que sabía tantos insultos. Después me ha llamado Miguel indignado para preguntarme qué había pasado con tus primos. Mi contestación ha sido breve y concisa: «No preguntes más, luego te lo explico».

Miguel es un buen tío, no lo voy a descubrir ahora y, desde el día en que nos conocimos hace nueve años jugando un informal partido de fútbol sala, siempre nos hemos llevado bien. No sé si soy su mejor amigo, pero desde luego si soy en quién más confía, y así me lo hizo saber el día en que me encargó que me ocupara de organizar su despedida de soltero, «ya sabes como son Alberto y José, seguro que lo dejan todo para última hora y la despedida termina siendo un desastre», me argumentaba con cara de bueno (esa cara de bueno que pone cuando quiere pedirte algo y no sabe cómo hacerlo o como cuando se le ha olvidado comprar el regalo de tu cumpleaños por que también se le ha olvidado que era tu cumpleaños). Una vez más mi fama de persona responsable y seria ha hecho que me nombren organizador oficial.

Siempre me ha llamado la atención la facilidad que tiene Miguel para hacer amigos. Bueno, para hacer y deshacer amigos. Extrovertido y sociable como nadie, es capaz de convencer a un guardia municipal para ir a tomar unas cañas con él después de que éste la haya puesto una multa de aparcamiento. Excelente relaciones públicas y perejil de todas las salsas presume, sin complejos, de tener amigos hasta en el infierno y de ser, al mismo tiempo, una de las personas más despistadas de la ciudad. Y, ya se sabe, no ir a las citas, olvidarse de los compromisos o llegar tarde a las celebraciones, puede generar discordia y, en ambientes de discordia, la amistad no se conserva.

La lista de amigos, familiares, compañeros de trabajo, vecinos y conocidos que me facilitó Miguel hace dos meses era del mismo tamaño que su corazón; enorme. Más de cien y a todos había que invitarles a la despedida. Una sucesión interminable de nombres, números de teléfono y correos electrónicos escritos con diferentes bolígrafos y con una letra ininteligible. Aquí empezó mi Calvario particular; móviles que ya no existen, contestadores automáticos o problemas de cobertura. ¿Qué le he hecho yo a la compañia de telefono para merecer esto?

Cuando por fin consigues hablar en condiciones con alguien, obtienes tres tipos de respuestas que me permiten ir clasificando a la gente en tres grupos claramente diferenciados: Los fijos, los probables y los dudosos.

Por un lado las más optimistas:

  • «¡Por supuesto!, cuenta conmigo».
  • «¿La despedida de Miguel? No me la pierdo por nada del mundo».
  • «Yo voy FIJO, apúntame en la lista».
  • «Por Miguel lo que haga falta. Apúntame».
  • «Si, si, claro, claro, es Miguel, ¿Cómo no voy a ir?».
  • Respuestas breves y contundentes. Son los «FIJOS» y da gusto hablar con ellos por que no ponen ninguna pega, al revés, hasta se ofrecen para echar una mano.

Por otro lado me doy cuenta de que no todo el mundo es tan amigo de Miguel como él se piensa. Empiezan los de las dudas:

  • «¿Cuándo dices que es?».
  • «¿A qué hora?».
  • «¿Dónde es?»
  • «¿No juega el Barça ese día?».
  • «¿Cuál es el Plan?».
  • «¿Cuánto dinero hay que poner?».
  • «¿Habrá Striptease, no?

Respuestas interrogativas y dubitativas. Son los «PROBABLES» y en vez de comprometerse lo único que hacen es preguntar y preguntar. Buscas una respuesta y lo único que ofrecen es más preguntas.

Y, por último, están los especialistas en crear incertidumbre y desconcierto. Estos ni son amigos ni son nada y su frase preferida es «Ahora mismo no lo sé»:

  • «¿Dices que es el día 14?, es que es muy probable que tenga que trabajar, no lo sé, voy a intentar cambiarlo».
  • «Es que ese día a lo mejor estoy fuera, ahora mismo no lo sé, yo te llamo».
  • «Sabes lo que pasa, que ese día me toca quedarme con el niño, no lo sé, voy a intentar cambiarlo con mi ex».
  • «Esa semana estaré de viaje y no sé si llegaré a tiempo, creo que hasta el último momento no lo sabré»

Respuestas confusas y desconcertantes. Son los «DUDOSOS» y, desde el principio, dejan claro que no van a colaborar en nada. Si tienen claro que no van a ir, ¿Por qué no dicen que no van a ir a la despedida de soltero desde el principio? Cuando hablas con ellos tienes la sensación de que si van es por te están haciendo un favor a ti.

En la agencia me hacen especial hincapié de que el número de personas es importantísimo, por que cuantos más seamos más barato nos saldrá. El día anterior a la despedida de soltero me llamarán y tendré que darles el número exacto. Si falla gente a última hora tendremos que pagarlo (como en las bodas).

Después de hacer innumerables llamadas de teléfono y de invertir un montón de tiempo en correos electrónicos, los resultados son, como mínimo, desconcertantes. Pensaba que iba a resultar más sencillo, pero la natural indiferencia de las personas se encarga de devolverme a la cruda realidad. Falta sólo un mes para la despedida, así que decido aplicar un método drástico.

Lo primero es clasificar a la gente en función de su grado de compromiso y disponibilidad:

– FIJOS: 18
– PROBABLES: 27
– DUDOSOS: 36
– NO LOCALIZADOS: 21

En segundo lugar hablo con Miguel y le comento la situación. Está muy nervioso con la boda, así que apenas si me hace caso. Me dice que no me complique la vida, que cuente sólo con los fijos y, literalmente, me dice: «al resto que le den».

Miguel es así, impulsivo y visceral. Parece no importarle demasiado el tema. Pero yo no soy así y, cuando me comprometo a algo, me gusta terminarlo y además terminarlo bien. En las semanas siguientes continúo con las llamadas (dios sabe el dineral que he gastado en ello) y con los correos. Entre los que se apuntan y los que se dan de baja, la cifra no deja cambiar. La situación se torna, por momentos, tragicómica; en la agencia me piden seriedad, que no les llame todos los días para pedirles un nuevo presupuesto diferente por que el número de personas a variado. En ocasiones me entran ganas de abandonar, de mandarlo todo al garete, pero mi orgullo es más fuerte y continúo adelante.

Dos días antes de la despedida de soltero está todo preparado; el disfraz para el novio, el restaurante, el menú, la hora, la stripper, las copas en la discoteca y hasta un minibús contratado durante toda la noche para que haya ningún problema. Un dineral gastado en teléfono y horas, muchas horas de dedicación al final han dado resultados. Y el resultado final es que de la lista inicial sólo se ha apuntado una cuarta parte de las personas: 24 confirmadas. Teniendo en cuenta que invitamos a Miguel, el precio final por persona es de 50 €. Si falla alguno a última hora tendremos que pagarlo entre todos.

¡¡Como falle alguno lo mato!!